Nuestras posibilidades

Foto de Olaya Pazos
El horizonte era aquel muro gris salpicado de ventanas que veíamos cada tarde allí sentados en un descampado por donde hoy, tantos años después, pasa la autopista que, como una cicatriz, atraviesa nuestro barrio. Nos sentábamos allí y veíamos cómo el sol iba modelando la realidad de las ventanas: las sombras se alargaban, las cortinas se teñían de tarde. 

Quizás sea producto de mi imaginación, uno de esos recuerdos de algo que nunca existió, pero en mi memoria pervive una amplia sábana fucsia en mitad de la pared como una bandera izada, símbolo quizás de la lucha que todos allí emprendíamos por sobrevivir, aquella batalla perdida contra quienes nos acusaban de vivir por encima de nuestras posibilidades. 

Vivíamos, en realidad, bajo ellos, nuestras cabezas aplastadas por sus pies, sometidos por la amenaza del paro y la pobreza, en ese inhóspito lugar llamado miedo. Pero resistimos y un día el viento desplazó los nubarrones, el mismo viento que izaba aquella sábana fucsia que, tantos años después, sigo viendo allí, en mitad de la pared, aunque nunca llegara a existir.

Texto de David Barreiro

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